domingo, 14 de octubre de 2007

Teología dialéctica y existencial

Resumen semanal: 16 de octubre de 2007 Teología liberal y Teología existencial

“Personalmente, no puedo olvida aquella funesta jornada de primeros de agosto de 1914 en que 93 intelectuales alemanes manifestaron públicamente su acuerdo con la política de guerra del emperador Guillermo II y de sus consejeros; con un profundo estupor, tuve que constatar que entre ellos figuraban los nombres de todos los profesores de teología a quienes hasta entonces había yo respetado y escuchado confiadamente. Y como estaban tan gravemente errados en su ethos, una conclusión se me imponía: ya no podía seguirles ni en su ética ni en su dogmática, ni en su exégesis de la Bilbia ni en su modo de enseñar la historia; en suma, a partir de aquel momento la teología del siglo XX, al menos para mí, ya no podía tener futuro” (K. Barth, 1957)

Con estas palabras de Barth se describe y contextualiza la crisis que supuso el cambio de la teología liberal a la teología dialéctica encabezada pro el propio Kart Barth. Se pasó de una teología “liberal” que encabezó Harnack con “La esencia del cristianismo” donde por miedo del método histórico crítico se trataba de buscar la esencia del cristianismo, propósito totalmente acorde a los últimos coletazos del idealismo. La postura de Harnack fue matizada y ampliada por Troeltsch (El carácter absoluto del cristianismo y la historia de las religiones, 1902) que ampliaba la mirada y situaba el fenómeno religiosos de lo cristiano en relación a las tradiciones religiosas de la humanidad; pero con el mismo propósito, buscar lo esencial y absoluto del cristianismo. Metodológicamente, Barth les acusará de poner a la ciencia como papa de la teología, y un ejemplo de ello será el paso de Troeltsch de impartir teología a impartir en la cátedra de la filosofía de la cultura. El definir correctamente el objeto de la teología será uno de los grandes caballos de batalla de estos inicios compulsivos del s.XX, y en esa batalla Barth tendrá un lugar prominente.

“La epístola a los romanos” (1919-1922) será una obra de referencia donde pondrá el objeto de la teología en la mismísima revelación de Dios a través de Jesucristo, que será la realidad objetiva de la revelación y de su conocimiento. Y es precisamente en esa revelación donde encontraremos los dos acentos de las dos etapas de la teología dialéctica de K.Barth. Uno primero que será el de la divinidad, donde en la primera etapa será el “deus absconditus”. Así el hombre se sitúa en un círculo dialéctico del sí de Dios y el no de la historia humana, un círculo que es una crisis donde la fe del creyente es espacio vacío para la fidelidad del Dios de las promesas. En la segunda etapa, desarrollada en un vasto programa de publicaciones y de síntesis llamado Dogmática cristiana, se humanizará la divinidad de la etapa anterior y cuya evolución podemos ver en el siguiente cuadro:

Epístola a los Romanos
Dios es Dios y no el mundo
El mundo es mundo y no es Dios
Si Dios se encuentra con el mundo, tal encuentro es Crisis, es juicio, es tocar el mundo a modo de de tangente que separa y delimita el mundo nuevo del viejo.
Dogmática
Dios es Dios, pero es Dios para el Mundo
El mundo es mundo, pero es un mundo amado por Dios
Dios se encuentra con el mundo en su Palabra, en Jesucristo
TEOLOGÍA EXISTENCIAL

R.Bultmann será el protagonista de esta etapa de la teología del S.XX. La teología de Bultmann beberá de diferentes fuentes que serán fundamentales en el desarrollo teológico posterior.

Por una parte encontramos el importante esfuerzo exegético del autor, donde aportará importantes avances en la comprensión del Nuevo Testamento al tratar de comprender los textos evangélicos en su auténtico ser y no como meras descripciones históricas, error en el que cayó la teología liberal. Desde las herramientas nuevas que se utilizan en la exégesis Bultmann emprenderá la tarea de la desmitificación, tarea que comprende dos vertientes: la tarea negativa por la cual se critican las imágenes mitificadas que se han tomado de la Biblia; y la tarea positiva de descubrir el verdadero sentido del mito.

La otra gran fuente será la filosofía que será el instrumento de “la correcta conceptualidad”. Para ello se servirá de la analítica existencial de su contemporáneo Heidegger, pero de la cual también se diferenciará. Sin entrar en el complejo entramado heideggeriano de la existencia, nos limitamos a señalar un punto de ruptura que será fundamental para la comprensión de ulteriores desarrollos teológicos. Heidegger distinguirá entre existencia auténtica e inauténtica, distinción que Bultmann asume y la aplica al Nuevo Testamento. Para Heidegger el paso de la existencia inauténtica a la auténtica es una posibilidad ontológica (de principio) y óptica (de hecho). Bultmann modificará este análisis por el cual desaparece lo óntico del hombre para ser sustituido por el acontecimiento de Cristo, donde se daría el acontecimiento de la salvación. Este salto de lo ontológico a lo óntico nos situará en otros escenarios también de saltos para algunos insalvables y para otros no tanto.

Este acontecimiento de salvación que se dará en el kerygma nos conducirá la problema que se dará entre el acontecimiento histórico de Jesús de Nazaret y el Cristo de la fe, problema en el que Bultmann optará por plantear una cesura. En torno a este punto se abrirá toda una disputa teológica que durará años y que ha dado vitalidad a la discusión teológica a través de la cuestión de la “nueva búsqueda del Jesús Histórico”, donde encontraremos tres posturas. La primera, de Bultmann, donde afirma que en el cristianismo primitivo el Kerygma ocupó el lugar del Jesús histórico. La segunda, la de sus discípulos, Käseman, Fuchs, Ebeling,…, que afirman un puente entre el Jesús histórico y el de la fe, aún de modo existencial. Y en tercer lugar (Althaus, Jeremias,…) tratarán de confirmar ese puente por vía historicista, es decir tratando de probar por vía histórica la relación entre el Jesús histórico y el de la fe.

Así de esta manera podíamos calificar la teología existencialista como la del salto, el salto de la fe a la invitación del kerygma, el salto de lo histórico a la fe, saltos que se dan desde lo concreto, desde el sitz in lebem de cada uno: “Al hombre que se lamenta: , le respondemos: no mires en torno a ti a la historia universal, sino mira tu historia personal. En tu presenta está siempre contenido el sentido de la historia y no puedes mirarlo como un espectador, sino sólo en tus decisiones responsables. En todo momento duerme la posibilidad de ser el momento escatológico. Tú debes despertarla”. (Bultmann, 1974)